Homilías    
 
 

La humilidad cristiana

PADRE HORACIO

 

Domingo 02/sep/2001                           

 

Eclesiástico 3,17-18 20-28 29
Salmo 67 4-5a y c 6-7b 10-11
Hebreos 12,18-19 22-24a
Lc 14, 7-14


La humildad cristiana.

 

Hermanos, esta parábola pone fundamentos a la vida cristiana. Porque está fundada en la realidad de la verdad: nuestra condición de creaturas.

 

La Humildad es la Verdad.

 

Va buscando esa relación de sinceridad con los hombres y con Dios. Y por eso, la Humildad se traduce un día en servicio. En servicio de los demás.

 

Hay momentos como el presente que las indigencias y las carencias de lo esencial, aún materiales, son tan fuertes, que en los corazones generosos se despierta ese sentimiento de solidaridad.

 

Pero a veces parecería que esa solidaridad busca cierta recompensa, en la aprobación, no solamente de su conciencia. Y no se ve tan bien.

 

Y así vemos que en ciertas comunidades inclusive religiosas, se producen luego situaciones incómodas, por esa especie de competencia, por esa especie de exclusión, que en el fondo es egoísmo. Y el egoísmo y la soberbia son lo mismo. Porque es querer arrebatar a Dios lo que es de Dios, y nosotros somos simples creaturas hechas por Dios.

 

El tema es que la Humildad se confunde con el Amor. Siempre que hay un amor auténtico, es decir, el bien no sólo por el bien mismo. Hubo toda una corriente modernista de decir que era humillante para el Hombre esperar una recompensa, organizado inclusive dentro de una cultura donde el lugar público y privado era por el honor de lo dado, ni siquiera por la Patria, por la bondad en sí mismo de las cosas.

 

Esto es prescindir de lo Absoluto. Siempre que hay un bien, el bien es Dios. El Bien Absoluto. Todo lo demás es relativo.

 

En nuestro momento, practicar la humildad no simplemente es considerarse el último, (porque muchas veces es verdad que uno es inferior a otro, y eso no es humildad), es precisamente participar de qué, de esa adhesión incondicional a Jesucristo, que es la primera condición para ser Cristiano. Y Jesucristo qué es: la humildad de Dios.

 

El llegó a todo, pasó por todo, y sin embargo, después de realizar lo más excelente, lo más excelso, lo más extraordinario que es transformar las cosas y las personas, que es resucitar los muertos, que es predecir todos los futuros, entra en la Pasión. Ese es el misterio pascual de transformación, llegando a ser ya no solamente el último, sino un despreciable ser. En lo último, ese pasaje hacia la cruz, la inanición total, pasando hasta por el abandono de su propio Padre, la angustia de la soledad de la nada, sentirse nada. Para qué? Para resucitar glorioso. Todo un proceso: de la humildad a la grandeza de Dios.

 

Diríamos que hay cuatro condiciones que en este momento son absolutamente indispensables para que la humildad, que es servicio, porque el que es humilde está a orden del otro, sí, y el otro en el otro a quién, a Dios. Porque entonces es trascendente. Porque sino termina en la simple simpatía, en el simple bienestar, en la beneficencia, todas cosas relativamente buenas, pero son instrumentales, eh. No llegan al fondo de la realidad. Porque la realidad es absoluta, que es Dios.

 

Entonces el amor, cuando es trascendente, siempre está Dios. Y lo curioso es esto, que ésa es la caridad que enseña continuamente el Evangelio. Por qué, porque trasciende al corazón de Dios y va transformando el egoísmo humano en el corazón nuestro, en el corazón de Jesús.

 

No se puede amar al prójimo, y por tanto servirlo, sin humildad. Pero no se puede adquirir la humildad sin incorporarse en los mismos sentimientos que el Dios humillado. Qué cosa más contradictoria que un Dios que se humilla, es decir, que se hace humilde, se hace el servidor.

Esta es la primera condición: la adhesión al misterio pascual de Jesucristo. Incorporarse a Jesucristo es el todo un programa, que se va realizando y que la vida nos lo va provocando, porque basta caminar por la calle, o ir a la oficina, o tener que tratar con gente, para sentirse servidor.

 

En qué te puedo servir, en qué te puedo ayudar. Y que empezando por lo material, se abre todo. Las angustias de los demás, las tristezas, los desencantos, la ignorancia, la oscuridad de no saber para qué, y quién es uno, de dónde va.

 

Primer capítulo entonces de esa humildad que se hace servicio en el mundo actual, es esa adhesión a Jesucristo, incondicional e incondicionada.

 

Por eso, acepta todo, y al aceptarlo con anticipación, lo transforma. Aún los momentos más lindos de la vida, los momentos más florecientes, los transforma en qué, en fuerza, en virtud para aquellos otros en que el hombre naturalmente decae y sin embargo adentro está fuerte, está firme. Por qué, y, porque está, así, incorporando los mismos sentimientos de Jesucristo, que llega por último al extremo, como dijimos antes, de ofrecerse total y, sin embargo, de resucitar glorioso.

 

Segunda condición: no puede haber cristiano que no sea Sacramento del Reino. Qué es un sacramento? Es una señal visible de lo que está oculto. Pero que trasciende, que no pasa. Por eso los sacramentos en la Iglesia, producen lo que significan.

 

Entonces el signo que da el cristiano de humildad en el servicio, realiza, es eficaz, es una especie de laboratorio del Reino. ¿Y el Reino dónde está? que todos lo buscamos. El Reino: las Bienaventuranzas del Evangelio.

 

Gandhi, que no tenía fe cristiana, en uno de sus escritos dice que “leyendo la culminación del mensaje de Jesús en las ocho Bienaventuranzas, sintió borbotear en sí los mismos sentimientos de su corazón”. No se si nosotros que tenemos el bautismo y la incorporación sacramental, somos capaces de desarrollar estos sentimientos.

 

Por eso es un laboratorio, y en este momento ser laboratorio del Reino en este mundo tan despreciable, tan contradictorio y tan triste, desde lo económico a lo político, de lo político a lo social, de lo social a la moral tan decaída. Donde parece que la ciencia todo lo puede y cada día atenta más contra la vida, porque no cree en la vida. Por eso la mata o al comenzar o al terminar. Son homicidas y lo justifican por razones superiores como si la ciencia tuviera sentimientos y fuera capaz de interpretar lo que el hombre íntimamente siente. La ciencia es neutra, es fría. Entonces, ese laboratorio en que se constituiría el cristiano, pero:

 

Tercera condición: en comunidad. No aisladamente. Porque somos familia universal. Porque nos unimos a nuestro obispo, a los sacerdotes, a los cristianos activos, todo en comunidad, en la forma como Cristo quiso agrupar. Formó así su colegio apostólico y los discípulos.

 

Por eso dice: “donde dos o más estuvieren reunidos en mi nombre Yo estoy”. Como aquí, por ejemplo en este momento antes de estar presente Jesucristo, bajo ese pan y ese vino, las formas, las apariencias, que llamamos accidentes dentro de la física, de la materia, está presente, y ahora está aquí presente, porque todos estamos reunidos en su nombre. Tener presente eso y sentirse protagonista de la presencia de Jesús místico.
Tercera condición: unidos en la Iglesia.

 

Cuarta condición: sentido misionero. No que sea así una simple agregación política. No una propaganda. Tal vez la acción de muchos sacerdotes jóvenes está en asimilar la Iglesia a una empresa y Dios no necesita de empresas ni de especialidades mercantiles ni tampoco de gente que sea especial en la interpretación de los negocios. No necesita de eso. Porque el gran negocio de Dios es su Amor. Porque Dios es Amor.

 

Entonces en estas cuatro condiciones ejercer ser cristiano, y no basta entonces, como individualmente, eh, parecería que a veces nos engañamos, nosotros lo sacerdotes ya mayores tenemos esa tentación de estarnos, quizá buscando un poco el reposo o la intimidad, nos engañamos, si no nos abrimos a los demás, en la forma que Dios nos da la oportunidad y la vocación que cada uno tiene, porque dentro de la vocación general están las especificaciones.

 

Esta es la Humildad. Y Dios se hizo humilde para qué, para abrirnos el camino hacia éso. La Humildad qué es: sencillez, naturalidad, verdad. Por qué, porque estamos manejando nada más y nada menos que la presencia y la acción del Crucificado y del Resucitado en cada una de nuestras acciones.

 

Que Dios nos dé esa capacidad de ver y de sentir, y seguramente que revertirá sobre darnos esa fuerza de unidad de tal forma que nada ni nadie nos va a sorprender en los momentos de abajo o de arriba porque siempre será lo mismo. Este equilibrio de la Verdad es la única Realidad.

 

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