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El mandamiento principal
PADRE HORACIO
Domingo 23 / 10 / 2005. Mt 22, 34-40
Mis hermanos:
Como primera intención de esta santa misa, la vamos a ofrecer por el bienestar del Pueblo Argentino, el bienestar basado en esa tradición cristiana de toda nuestra vida por una protección y una integración de todas las clases sociales en un efectivo vivir como hermanos.
El Evangelio de hoy toca el sentido básico de la vida cristiana, humana, porque el cristianismo, en su esencia no es más que un movimiento que se integra, por un lado en una íntima amistad con Dios, una intimidad profunda con Dios, es la expresión de la más maravillosa y emocionante efusión de Dios en nosotros y de nosotros en Dios, por un lado. Y por otro lado, es la expresión de la más vasta amistad humana.
Amistad humana, intimidad divina, juntas las dos, en dos revelaciones bien precisas de Dios.
Aquí en el Evangelio de hoy tenemos el amar a Dios con todas tus fuerzas, con toda tu alma, con todo tu espíritu. Equivale también, el segundo y semejante al primero, amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Dos grandes amores que se integran, al parecer, contradictorios. Y sin embargo, uno es vertical y el otro horizontal, con la característica que Cristo le cambia, no sólo el objeto, porque hace a todo hombre hermano, extensión universal, sino también le da profundidad, porque le cambia el sujeto: amarás a tu prójimo como Yo te he amado.
Le da amabilidad al sujeto. Todo hombre soy Yo. Revelación.
La primera está ya en el Éxodo, eh: Amarás al Señor tu Dios, cuando dice Escucha Israel, Escucha Israel (la primera manifestación de Dios). Me amarás a mí con todo tu amor con todo tu corazón, con todas tus fuerzas. Y el segundo dice Jesús: en esto conocerán que son mis discípulos, en el amarse los unos a los otros; la distinción del cristiano.
Y decía que primero cambia el objeto del amor; ¿por qué?, porque se asimila al prójimo, el prójimo es suyo. Ése es el criterio del juicio final: Venid benditos de mi Padre porque estuve enfermo y me asististeis, estuve preso y me visitasteis, estuve solo y me acompañasteis, todo eso porque soy Yo, el otro soy Yo. Cambia el objeto, lo baña de su amabilidad, ¡ es Él !
¡Es de fe creer tanto en la Eucaristía de Cristo, como en la presencia de Cristo en el prójimo!
Cambia el objeto. Y cambia el sujeto, ¿por qué?, porque le da la capacidad de amarlo como Él lo amó. El corazón del cristiano es corazón de Cristo. Amarás a tu prójimo como Yo te he amado.
La Revelación. Por un lado, amable: el prójimo; y por otro lado, amante: el sujeto.
Y esto lo hace en una doble proyección. Primero universal, sin condicionamientos y por otra en lo profundo, amarás como me amarás a mí mismo, es decir con todo tu corazón con toda tu alma y con todas tus fuerzas, porque Yo y el Padre somos la misma cosa.
Esta es la esencia cristiana. Intimidad con Dios, fusión con Dios y fusión con el prójimo.
Y lo más interesante es esto: que al identificarse Cristo con el prójimo, porque soy Yo, y al identificarse con el Padre, porque el Padre y Yo somos la misma cosa, Cristo centraliza todo. Por un lado en esa proyección vertical, y por otro lado con esa proyección horizontal. Se juntan las dos cosas.
Por lo tanto, nadie diga amar a Dios, como dice San Juan, si no ama al prójimo, porque entonces, miente. Y nadie diga amar al prójimo si no ama a Dios, porque no lo puede revestir de la amabilidad que al hombre, Dios le ha dado. Eso es todo.
Ahora, claro, es más fácil decir amo a Dios a quien no se lo ve, dice el mismo San Juan, que amar al prójimo con quien tienes que convivir.
Por eso quizás, es la detección más profunda de que uno realmente lo ame a Dios, no solamente en palabras, sino en entrega, en esa fusión íntima que llega a ser mística.
Porque el Cristianismo no es simplemente un anuncio de verdad, ni es simplemente un catálogo de moral, ni es simplemente un rito religioso.
El Cristianismo es vida, es mística, es transformación del Hombre en Dios y de Dios en el Hombre. Es Cristo. Eso es todo.
Y el criterio para analizar si uno realmente tiene el corazón para Dios es si tiene el corazón para el hermano. Difícil, pero esa es la disciplina y esa es precisamente la metodología del cambio profundo que debe darse.
En las discusiones de todos los días, en las discusiones de todas las noticias, en los intríngulis de todos los políticos, si buscamos siempre eso, la verdad, la verdad como principio de la caridad:
Haced el Amor en la Verdad, haced la Verdad en el Amor, dice San Pablo.
Ahí sí estarían los dos movimientos que tienen asegurada la presencia de Dios.
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